domingo, 28 de enero de 2018

EVANGELARIOS



Fiesta medieval en Revelo (Italia)
Lo de vivir las alegrías 
no tiene misterio: viene de fábrica 
Se viven y ya está
         Y, como decimos por aquí, que nos quiten lo baila’o.
       Lo malo es cuando Dios, -cualquier Dios, el auténtico o el otro, que para el caso es lo mismo- lo malo, decía, es cuando Dios la toma con alguna criatura, y la aguijonea hasta que parece que se le va a acabar el mundo. Y va la criatura con el dedo índice pinchando en el aire tirando andanadas a diestro y siniestro por aquello de lo que se nos decía, de que Dios está en todas partes; y la criaturica acosada sigue aguijoneando al aire por si consigue pincharle a Dios la gracieta del globo de las desgracias, aunque al Altísimo no lo vea y solo lo sospeche.

Gaviola en la Piazza de San Pedro (Roma 2017)
        Claro que se llega a unas edades en las que ir por la vida pinchando globos, aunque sean divinos, produce mucha cansera; así que, para ahorrarse agujetas en el alma -que son las peores-  lo mejor es buscarse un remedio menos cansoso.  

       Hace mucho tiempo que yo sé muy bien cómo hacerle frente a las penas que el Dios -el verdadero o alguno de sus semejantes- me manda, y no es de otra manera que escribiendo. Eso sí: tomándole la palabra dicha por Él para demostrarle que tampoco hay que ponerse en plan Joyce, a escribir Ulises que, como la Biblia, todo el mundo dice que ha leído mientras una, (con la palabra divina en la boca) va y suelta un “perdónalo que no sabe ni lo que se dice ni lo que se hace”. (NOTA: lo de "lo que se dice" es un añadido de mi cosecha. ¡Vaya! Una licencia literaria -algo evangélica).

Laocoonte y sus hijos atacados por serpientes


        Viene esto a cuento de que no hace demasiado tiempo, de la misma manera que los dioses del Olimpo acosaron al pobretico de  Lacoonte y a sus hijos con un rebaño de serpientes, fue  Dios y se puso a ensañarse con los de mi familia con tal inquina que, en menos de dos años nos quedamos las tres hermanicas que somos viudas, sin hijas y con la salud de esa manera retorcida con que se pone la salud cuando el Dios se echa a las alevosías. 
       De entonces son estos “Evangelarios” escritos como a puñaladas traperas, en dos o tres renglones -porque el resuello no daba para más en semejantes circunstancias.

Imagen del blog supervivencia emocional
Si lo de escribir es un remedio o no, tendrá que decirlo otro. 
A mí me viene haciendo muy buen servicio.

Lo que yo digo es que, de la misma forma que los Santos Padres de la Iglesia Católica le endilgaron al matrimonio el dudoso galardón de declararlo oficialmente «remedium concupiscentiae» (¡toma ya rijosismo[1] y falta de imaginación!), yo estoy en mi derecho de escribir lo que se me viene a la boca.
Y lo que por entonces salió de mi boca (y de mi pluma) fueron estos “EVANGELARIOS[2]” que dejo recopilados para que no pase como con los papeles de Qunram.

 EVANGELARIOS

El Vaticano 2017

Milagro
¡Levántate y anda! –Me urgió el cirujano mientras firmaba la autorización para la incineración de mis piernas.









Roma 2017

Sospecha
¿Cómo no ver la paja en el ojo ajeno si no hacía otra cosa que mirarme mientras me estaba muriendo?






El Vaticano 2017



Promesa
¿Y quién me asegura que cuando esta tarde llegue la hora de estar Contigo en el Paraíso seguiré vivo?








Fiesta medieval en REVELO 2017
Conclusión
 ¿Ves, Dios, ¿cómo no es tan fácil entender tu estilo literario?
Y mucho menos, meterme a leer tus últimas crónicas sin que la rabia me posea.
Así que, si no tienes inconveniente, de ahora en adelante, Tú a lo Tuyo, que son los desastres y los diluvios, y yo a secarme los ojos con las mortajas.

©Socorro Mármol Brís 



[1] No se esfuercen: la palabra “RIJOSISMO” no está en los diccionarios, pero ¿a que la entienden?
[2] Que no se esfuercen. Que tampoco la palabra “EVANGELARIO” está en los diccionarios

martes, 16 de febrero de 2016

CORRESPONDENCIA



08/2016



(Ser Dios 2016)

SamPedroooo!
-¡Mande!
-He dicho SamPedro; no SanExpedito.
-Sí, diosEsa, si con ese vozarrón que te gastas te hemos oído todiquiticos.
-Pues que venga SamPedro y que cierre la puerta, que entra un biruji que  nos va a dejar tiesos.
-Pues mira que no va a poder venir…
-¿Que no…?
-¡Pues no!
-¿Qué? ¿Otra vez de gresca con las negaciones…?
-No señora. Lo que pasa es que el San Pedro, como es tan servicial, está hoy de fontanero, porque a la Santa Bárbara le han reventado las tuberías por varios sitios a la vez y no da abasto a cerrar grifos; y se nos está inundando la Tierra de una manera que bueno será que en pocas horas no tengamos por aquí una desbandada de desplazados que nos deje sin provisiones para lo que queda de invierno.
-Si es que…si es que… si es que…
-¿Qué, diosEsa, otra vez se te ha ido la mano con lo de las lluvias y las nieves?
-¡Sin guasitas, eh, DiosVerdareo, sin guasitas! Si me hubieras dejado los cálculos meteorológicos bien hechos, en lugar de hacer todo de memoria, otro gallo nos cantara…pero no, ca; Tú a tus omnisciencias y a tus omnipresencias de pura memorieta y, quien venga detrás, que arree ¿no?
-Como San Pedro te oiga mentar a los gallos, verás la que va a armar.
-¡Pues que se haga mirar la sesera por un psiquiatra, que ya va siendo hora de que supere lo de las negaciones!
-¡Haaalaaa! Comprensiva que estás hoy…
-Ay, tienes razón, DiosVerdadero. Si es que me tiene frita esta carta. Porque, yo esta letra la conozco…yo esta letra la conozco…
-A ver…a ver…

Dios: si existes, haz el favor de hacerte presente porque esto de las dudas es de lo peorcico que hay. Vamos: que o sí o no. Pero sin medias tintas. Y en prueba de Tu existencia, no te digo quién soy para comprobar que en efecto eres Tú y no la fanfarrona de mi paisana que va por ahí dándoselas de divina”. 

-Quien quiera que sea, te pone a caldo ¿Eh?
-¡Cómo que “quien-quiera-que-sea”! ¡Como si Tú no lo supieras! ¿Acaso te vas a hacer el tonto conmigo?
-A mí con imposiciones, ni mijita, eh, diosEsa. Que para eso sigo siendo el Dios Verdadero aunque esté en excedencia. Así que si quieres saberlo todo, a aprender el oficio antes de ponerte a ejercerlo.
-El caso es que yo esta letra la conozco…yo esta letra la conozco… ¡Ya está! Esta carta es de Tomasita la Reniegos.
-¿La atea?
-¡La misma!
-¿Y  por qué quiere ahora saber si hay o no  hay Dios?
-¡Ya ves! La envidia de verme a mí divina mientras ella se        queda revení’a como quién es…
-¿Y tienes pensado qué decirle?
-Yo no. ¿Y Tú?
-Yo no pienso mover ni una potencia. La jubilación es la jubilación.
-¿Entonces, la dejamos que se descorazone por impía?
-Tampoco es eso, disoEsa. Lo que pasa es que no quiero alterar jerarquías. La organización es la organización. Y, en cuestiones de fe, lo propio es mandar los papeles al departamento del Espíritu Santo.
-¿Tú crees?
-¿En quién? ¿En ti?
-No. En lo de mandar los papeles al EspirituSanto. ¿Y si le da por hacer un vuelo rasante por encima de la cabeza de la Tomasita la Reniegos y nos la convierte en asidua…?
-¡Ay, por Dios! Ni me lo mientes…

En “CasaChina” En un 16 de Febrero de 2016


miércoles, 11 de noviembre de 2015

UbicuiMovil



72/2015
In memoria
UbicuiMovil

            -¿Qué haces, “diosEsa”?
        -Ya ves…Aquí; a lo mío.
        -¿Y se puede saber qué es lo tuyo?
        -¡Anda Éste! ¿A ver si no va a ser verdad que los “DiosesVerdaderos” lo sabéis todo?
        -Pues será eso. No está Uno para discutir a estas horas de la mañana. Pero ¿qué haces?
        -¡Pues escribir! ¿Qué te piensas Tú que se puede hacer cuando se está triste?
        -No me digas que estás triste. ¿Lo dices por el que nos trajimos ayer para arriba?
        -¡Noooo! O, bueno, quizá sí…O no lo sé, pero estoy con un nudo en el gaznate que me tiene como me tiene.
        -Pero, “diosEsa”, ¿no estás viendo lo bien que hemos instalado a tu amigo?
        -No, “DiosVerdadero”, si a mí, Alfonso no es quien me preocupa; que míralo cómo está de agustico. Los que me preocupan son mis colegas, los humanitas, y su deshumanizada manera de modernizarse.
        -¡No me digas que vas a sacar otra vez tus rancias querencias conservadoras y retrógradas!
-Pues, mira, sí: Te lo digo. Y Te lo escribo por si tienes a bien leerlo. A ver qué me dices después. ¿Eh, eh?
       
        -A ver. Déjame echarle un vistazo a esa libreta.

*

Mis viejas Estaciones
¡VIAJEROS AL TREN!

        Los andenes de aquellas viejas estaciones eran como la vida misma: un deambular de un lado para otro, atravesando los bordes rituales de encuentro, estancia y despedida, flanqueados en la parafernalia de lo invariablemente transitorio, sin tomar conciencia de esa transitoriedad hasta que sonaba aquella voz anónima e inexorable:
¡Viajeros al treeeennn!

        Inmediatamente, se agitaban los andenes en abrazos de última hora, las portezuelas de los vagones se colapsaban, resbalaban hacia abajo las partes superiores de las ventanillas, por entonces practicables, permitiendo apenas que las cabezas y los brazos de los ocupantes de los compartimentos hicieran un último intento de quedarse; los que se quedaban, se arrimaban al tren empinándose sobre las punteras herradas de sus zapatos, para un último roce con las manos de los que se iban y un último “ponte el tapabocas, no vayas a resfriarte”.
Entonces, sonaba el silbato del Jefe de estación situado en la cabecera del tren, cuya “gorra-de-jefe-de-estación” competía en granates con los del banderín de órdenes plegado que levantaba sobre su cabeza para dar la salida.
Alertada por el silbato y por el banderín plegado, la chimenea de la locomotora lanzaba al aire un penacho blanco, algodonoso y redondoso, semejante a un anuncio de tormenta de agosto, renqueaba, chirriaban metálicas dispersiones y comenzaba ese tránsito de lentitudes misericordiosas en las que, los que se iban, empezaban a tomar conciencia de ingravidez, con aquel lento alejarse en el que se reducen y se diluyen los que se quedan; y los que se quedaban, aún se rebullían sobre los  andenes sin acabar de saber qué hacer con los minúsculos vacíos de su entorno.
        Entonces, los que se quedaban, antes de abandonar la ya inútil estación, miraban en su entorno con esa sensación de estupor que deja lo irremediable, tratando de encontrar en los objetos de siempre una razón en la que cimentar lo pasajero. Allí se quedaba el reloj, de repetida redondez, igual en todas las estaciones, los urinarios, como bellas casitas de enanos oliendo a urgencias; la cantina con el suelo lleno de desperdicios, la diáspora de viejos maleteros de camisola holgada, tirando a alivio de luto que eran como enterradores de equipajes en holganza; los vendedores de refrescos y tortas de aceite, improvisadamente en paro, se acomodaban en los bancos pegados a los muros, a la espera de otro tren en tránsito que les aliviara el misterioso peso de sus cestas tapadas con azucarados lienzos blancos perseguidos por moscas inmortales; y un ruido pertinaz y metálico, que chirriaba despedidas eternas, le ponía música de fondo a la eterna soledad de las estaciones.
        No sé por qué, ayer, en el Tanatorio, la estampa de las despedidas en las viejas estaciones se me asemejó a aquellas otras despedidas: las de los momentos previos a una muerte.
Cementerio de Jódar
       Los momentos previos a una despedida definitiva en la UVI de un hospital de ahora se asemejan bastante a los de las actuales estaciones de tren: ya no hay agonías propiamente dichas sino “sedaciones” con las que sobrellevar el peso del cuerpo lo mejor posible; como ya no hay maleteros-de compañía, sino soledad de maletas con ruedas. No hay Médicos de Cabecera haciendo el boca a boca del consuelo, sino rítmicos respiradores de sincrónicos avisos, como no hay Jefes de Estación levantando banderines plegados sino un ordenador infalible que da la salida sin equivocarse en un solo segundo ni espera de un viajero que se retrasa. Hablando de viajeros, nadie que no lo sea puede bajar a los andenes a enfrentarse con su tránsito, como nadie que no sea el moribundo puede quedarse en la UVI esperando con más o menos resignación –aunque sin dolor físico alguno- dar el salto sobre ese paisaje desconocido que es el otro lado de la muerte.
        Ya no se corren riesgos innecesarios de que uno de los que nos despide desde el andén con desespero, pueda caer a la vía en un mal paso, o arrojarse a los raíles que encarrilan la desesperanza del último suspiro de ese viajero sin retorno que tanto amamos.
Cementerio de Jodar
Ahora los viajes y la muerte han dejado de ser rito liberador y significante, para convertirse en obsolescencia programada sin concesiones a la tristeza humanamente anacrónica.
Ahora, cualquier viaje, hasta el último, es mucho más aséptico.
Y algo menos misericordioso.
Y algo menos dolorosamente humano.
Ahora, viajar y morirse no tiene mérito.
¿O sí?
*

        -¡Huuummmmm!
        -¿Qué, “DiosVerdadero”, llevo razón o no llevo razón?
        -Mujer, visto así…
        -¡De “mujer” nada de nada, eh! ¡“diosEsa” y bien “diosEsa”! Que mi trabajo me costó tener que humillarme ante Ti con lo que se le ocurrió al “Chaval” del “pedid y se os dará” para alzarte la diosería.
-Pero, mujer, -digo, “diosEsa” – que te va a dar un torozón.
-Pues que me dé. Así me moriré como una humana, sin pasar por “CuidadosPaliativos”. Y, un respeto, o el próximo viaje que hagamos a traernos a otro para que disfrute, lo hacemos en AVE en lugar de en “Ubicuimovil”.

En “CasaChina”. En un 11 del 11 del 2015